INDIGNADO ACTIVISTA, REBELDE SOLAR Y RADICALMENTE DEMOCRÁTICO

jueves, 30 de abril de 2020

VOLVER A LA NORMALIDAD, ¿ES LO MAS NORMAL?

(Publicado en La Voz del Sur el 26 de marzo de 2020)

En estos momentos en que todos los esfuerzos se centran en atender a la salud de las personas, no está de más recordar de dónde venimos, y porqué, aún siendo bueno el sistema sanitario español, no está mejor preparado.

De aquellos lodos en forma de recortes, a golpe de decretos, leyes y (des)regulaciones, desde el cambio del Art 135 de nuestra “inviolable” Constitución en agosto de 2011, con la receta de privatizaciones en los sectores públicos, llegan estos barros en forma de falta de camas hospitalarias e insuficientes medios materiales y humanos en la sanidad pública, y Ertes enviando al desempleo a trabajadores de la sanidad privada por falta de demanda sanitaria en estos días.

Una vez más observamos el ya famoso ejercicio de la socialización de pérdidas frente a la privatización de los beneficios, junto a la no menos célebre frase de “son los mercados, amigo”.

Distopía cruel hecha realidad, para todos aquellos que apostaron y siguen apostando (que es lo peor) por el sálvese quien pueda,…, en diferido. Y tienen encima la poca desvergüenza de pedir más recursos, ahora que no les llega la camisa al cuello.

Andalucía que sigue el mismo dictado político que España hace 9 años, deberá reflexionar al respecto, y pedir responsabilidad a quién realmente la tiene, y algo de autocrítica, tampoco estaría de más...creo.

Decíamos la semana pasada que vivimos momentos de clara amenaza, pero que también son momentos de enormes oportunidades que debemos saber aprovechar.

En estos días transcurridos desde mi anterior artículo, se han realizado anuncios muy parecidos por parte del gobierno de España y otros estados, de la Comisión Europea, del BCE, del FMI, con un denominador común en todos ellos, “se va a combatir esta crisis con todo lo que haga falta, cuándo haga falta y dónde haga falta”.

Y ese “todo lo que haga falta”, ha venido acompañado de declaraciones, cada cual mas millonaria que la anterior (ya he perdido la cuenta de la suma de todas ellas), sobre las cantidades de dinero que se van a poner en manos de las personas más vulnerables primero, de la ciudadanía, de pymes y empresas, de entidades financieras y de todo aquel que las requiera.
Ya no hay regla de gasto, ni obligación de cumplir porcentajes del déficit, ni cortapisas para aumentar la deuda (que ya era una obligación de pago para las generaciones venideras y las que ellas engendren), ahora, de repente, todos los organismos y sus herramientas se ponen y disponen al servicio de una vuelta a la normalidad urgente.

Pero, ¿qué significa volver a la normalidad?

No soy de dar demasiadas cifras pero me parece esta vez indispensable.

Más de cuatro millones de muertes prematuras anuales en 2019 en todo el mundo, estuvieron relacionadas directamente con la contaminación ambiental, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).
El voraz impacto de la sequía, combinado con persistentes conflictos bélicos, llevará según el Programa Mundial de Alimentos de la ONU durante el 2020 (antes de la irrupción del coronavirus), a situaciones de hambruna al menos a 50 millones de personas y ha elaborado una lista sobre “los puntos críticos del hambre” que requerirían una respuesta de la comunidad internacional para evitar muertes, de más de 10.000 millones de dólares (comparen con las cifras presentadas al rescate de nuestras economías) para financiar las operaciones en un total de 80 países.

Enfermedades como el cólera se llevaron la vida de 3000 personas en 2019, el sarampión otras 140.000, la malaria sesgó la vida de 405.000 almas y la diabetes produjo en 2015 1,6 millones de muertes y 2,2 millones en 2012, todos datos de la OMS.

Lo de las guerras es ya punto y aparte, porque además de ser difíciles de cuantificar sus bajas, por datos sesgados de muchas noticias, el sufrimiento es doble por el número de desplazados hacia campos de refugiados, que hace mucho sobrepasaron sus límites por todo el planeta.

No sé si volver a la normalidad conllevaría el aumento de esta casuística de datos, de lo que estoy seguro es que la destrucción ambiental debe contribuir en su medida, para volver a dicha normalidad.

Los millones de hectáreas incendiadas en 2019 en todo el mundo que generaron en 2019 un total de CO2 equivalente a 19 veces las emisiones totales de España en un año, destruyendo ecosistemas y vida salvaje en el Amazonas, Australia, Siberia, California y un largo etcétera de regiones del mundo, parecen ya olvidados.

Las inundaciones por doquier, la DANA que apagó la vida del Mar Menor, el aumento de frecuencia y virulencia de huracanes y temporales, deben ser parte de esa “normalidad”.

Las miles de hectáreas de selvas destruidas para el monocultivo de la palma, cuyo aceite nos alegra el paladar en occidente, debe continuar tragando más selva para continuar la “normalidad” de nuestros alimentos.

El millón de especies en peligro de extinción anunciado en 2019, que incluye a nuestras queridas abejas, maltratadas por herbicidas químicos utilizados en la industria que nos alimenta, debe estar dentro de lo “normal” para nuestros gobiernos.

Los 33 millones de euros en sanciones a España por verter aguas sin depurar en nuestros ríos y mares, ya es algo “normal”, que duda cabe.

Podría seguir con múltiples ejemplos de lo que hemos considerado normal durante décadas, pero si para algo debe servir esta crisis sanitaria es para reflexionar sobre la crisis de la sociedad en su conjunto, acostumbrada a acaparar recursos, destruyendo personas y naturaleza.

Si una gran enseñanza nos proporciona esta crisis es que el sistema capitalista cuando funciona devora recursos naturales destruyendo nuestro soporte vital, y cuando no funciona destruye personas y empresas.

Hay otra manera de gestionar nuestra sociedad, desde una perspectiva ecológica de la economía, que cuidando de las personas ponga la vida en el centro, toda la vida, y desde la colaboración y la equidad, sostenga en equilibrio el reparto de empleo, de los recursos, del capital y de la producción.

domingo, 26 de abril de 2020

CUANDO ACABEMOS CON EL VIRUS, RECONSTRUYAMOS OTRO MODELO DE SOCIEDAD, ES NUESTRA ÚLTIMA OPORTUNIDAD

(Publicado en La Voz del Sur el 19 de marzo de 2020)

Hace dos semanas hablábamos del virus del miedo al diferente, al que no se conoce y del virus de la insolidaridad que recorre nuestra sociedad.

15 días después nos hallamos ante una situación que nos desborda, que ha llegado de repente sin ser apercibidos, cuyos efectos siquiera vislumbramos, y que en el presente nos mantiene confinados en nuestras casas, alejados físicamente los unos de los otros, con curvas de contagio que se duplican cada tres días, y tenemos miedo,…, a lo desconocido, a ese virus diferente, somos humanos y es normal.

Sin embargo los mensajes en redes sociales de personas anónimas, de personajes conocidos, desde los gobiernos territoriales, estatales y mundiales, en nuestros aplausos a los héroes y heroínas cada noche, una frase destaca entre todas, sólo unidos conseguiremos vencer al enemigo, sólo desde la cooperación seremos más fuertes.

Estamos librando una batalla, pero que no sólo tiene un frente abierto, ni siquiera aunque ahora nos lo parezca, el coronavirus es la amenaza mayor a la que nos enfrentamos.

El cambio de paradigma del individualismo a la cooperación es intrínsecamente un buen aliado, el mejor, un paso firme para cambiar el paso, aunque hayamos tenido que sufrir ahora aquí, los efectos que millones de personas llevan décadas sufriendo allí.

Es innegable que la colaboración es un arma que nos hace más fuertes, nunca antes llevada al extremo actual, pese a los graves problemas de salud relacionados con el cambio climático que expertos y científicos vienen relatando e informando desde hace más de 30 años. 

Por ejemplo el dengue que afectó en 2019 a casi tres millones de personas en América del Sur, matando a más de 1.250 personas.

La hambruna endémica en muchas zonas de África, no ha recibido en décadas la solidaridad y cooperación como bandera para la cura de su “mal”, en 2019 unos 22 millones de personas en el Cuerno de África padecieron de una elevada carestía de alimentos por el cambio climático que arruinó sus cosechas.

La ONU ha dicho alto y claro que el cambio climático es más mortal que el coronavirus.

El gobierno español ha adoptado una serie de medidas sin precedentes, nadie puede quedar atrás en este momento de incertidumbre, y en las medidas anunciadas por el gobierno, falta una apuesta decidida por impulsar mecanismos que no sólo sirvan como receta coyuntural, sino que desarrollen un cambio estructural que de respuesta en el presente, pero sobre todo en el futuro, a esa generación de jóvenes que ahora se solidarizan con nuestros mayores quedándose en casa, y que deben obtener respuesta a su petición de un futuro digno y con las mismas oportunidades para disfrutar del planeta que disfrutó nuestra generación.

Una renta básica incondicional que asegure un techo, una oportunidad de subsistir sin empleo, que permita además poder tomar elecciones vitales sin la espada de la pleitesía o la miseria en ambos filos.
Asegurar a través de las prestaciones por desempleo el 70% de los sueldos por causa de los miles de Ertes, no va a ser suficiente para muchas familias.

Eso significa ingresar en torno a 800 € mensuales, que deberían ser aumentadas con la renta básica. Lo mismo para autónomos, cuyos pequeños negocios cerrados merecen la renta básica como ciudadanos, más la excepción de pagos de impuestos y cuotas de manera retroactiva desde la declaración del estado de alarma del 13 marzo.

Y sobre los alquileres, llamar a la colaboración entre arrendadores y arrendatarios está muy bien, pero mejor sería que aquellos fondos buitre, y el conjunto del sector financiero inmobiliario, colaboren y por obligación devuelvan al estado aquellos préstamos que De Guindos ya dio por regalados de nuestros impuestos en el famoso “no” rescate financiero en diferido...casi 70.000 mill de €, que vendrían muy bien ahora. La SAREB, aquel famoso "banco malo" debería ser intervenida y funcionar como agente liquidador, en este caso a favor del estado.

Dejar sin efecto el pago de hipotecas en casos de necesidad, buena medida, pero sin condonar ni un céntimo de la deuda, es una patada adelante y una soga al cuello cuando se decida que deben pagarse varias cuotas mensuales hipotecarias juntas.

Lo mismo con los suministros básicos, cuando las empresas eléctricas, por poner un ejemplo, tienen beneficios mil millonarios, deberían aportar en estos momentos, condonando facturas sine die...al igual que el sector de telecomunicaciones, único cordón umbilical que nos mantiene unidos dentro de la separación forzosa decretada.

Y del cambio del tejido productivo, de los empleos verdes y dignos, de la defensa de los circuitos cortos de producción y consumo que nos vacunen contra nuevas crisis, ni una palabra.

O remamos más fuerte y más rápido, o esta "patera" no llega a puerto con todos sus ocupantes indemnes.

Un hecho muy positivo para hacer efectivos los cambios necesarios y urgentes que se necesitan, es que se ha demostrando que en situaciones límite, los gobiernos son capaces de habilitar medidas excepcionales que afectan al día a día, aplicando medidas que en circunstancias normales serían impensables de aplicar.

Esto es un aliciente para los que llevamos una década reclamando acción política para afrontar la emergencia climática, para la que será sin duda necesario implementar nuevas medidas extraordinarias para evitar el colapso del sistema. 

Y pongo el ejemplo de una amenaza muy cercana que se debe a la situación de los bajos precios del petróleo.
Hoy 18 marzo 2020, en que escribo este artículo, el barril de crudo Brent ha cerrado por debajo de 25 dólares el barril, tras la guerra impuesta por Arabia Saudí y Rusia frente al resto de productores. En octubre 2018, hace año y medio, su precio llegaba a 86 dólares el barril.

Esta situación va a acelerar el descenso de producción a nivel mundial, de manera drástica e irremediable, dado que los costes de extracción y producción son en la mayoría de los casos superiores a dichos 25 dólares por barril.

Ello va a suponer que a la salida de esta crisis sanitaria, nos adentremos en otra, una nueva crisis del petróleo que esta vez será permanente, porque una vez se intente volver a la supuesta y utópica normalidad del crecimiento infinito, los pocos barriles extraídos al día, que ahora son suficientes con las economías mundiales prácticamente paralizadas, cotizarán a partir del verano a precios inasumibles para economías muy maltrechas que intentan salvar a sus conciudadanos con fuertes inyecciones de capital y avales públicos.

Para cuando se quieran poner en marcha de nuevo los pozos ahora cerrados, las arenas bituminosas en Canadá, o el gas de fracking norteamericano, nadie podrá extraerlo porque las empresas estarán todas arruinadas.

El escenario al que nos dirigimos entre ambas crisis para 2021 será de elevado desempleo de manera estructural, escasez de energía y de materias primas, comenzando así una nueva etapa de la Historia, la del decrecimiento que ya hemos iniciado, a la que cuando antes empecemos a adaptarnos mejor nos irá.

Por ello es irremediable cambiar de rumbo y girar 180º, poniendo la vida, las personas, la biodiversidad y el planeta por delante de todo lo demás, de manera urgente, valiente y decidida, tanto o más como se ha abordado la declaración del estado de alarma.

Vivir mejor con menos, nuestra última opción.

jueves, 23 de abril de 2020

VIRUS, AMENAZA Y OPORTUNIDAD


(Publicado en La Voz del Sur el 12 de marzo de 2020)

Las amenazas suelen ser el principio de grandes oportunidades de cambio, o todo lo contrario, pueden sumirnos en una densa niebla que dure décadas de marasmo.
También son buenos momentos para reflexionar como gestionamos nuestra sociedad.

Por ejemplo, esta crisis sanitaria nos debe servir para repensar si apostamos por un sistema sanitario privado, que no atiende la salud de las personas sino sólo sus intereses económicos, o bien apoyar, sin contar décimas de deuda ni de duda, a una mejor cobertura sanitaria pública, con más medios técnicos y humanos, ahora desbordados por los recortes de décadas pasadas.

Si cada vez somos más población, y en España más envejecida por nuestra pirámide inversa demográfica, parece palmaria que la apuesta debe ir en un sentido de aumento de plazas en hospitales, de presupuestar más gasto en cuidados, de cuidar mejor a nuestros profesionales sanitarios, y no todo lo contrario, como se ha hecho hasta ahora.

Las personas afectadas por el coronavirus sólo pueden acudir a centros públicos, tengan o no cobertura privada, porque ésta no atiende casos en pandemias, ni de terrorismo, ni de guerras, ni de nada que esté exento en la póliza suscrita que haga mermar sus beneficios, lo que nos lleva a ver hospitales públicos atestados, donde se suspenden las citas y operaciones del resto de afecciones, y hospitales privados vacíos, que digo yo, algo deberían aportar dado que se llevan parte de nuestra carga impositiva de regalo.
Evidentemente si algo no funciona bien ni cumple las expectativas debería simplemente desaparecer.

Curioso también podría ser el camino inverso de la emigración, donde países antes creadores de vallas más altas y muros más anchos, para evitar la entrada de personas que huyen del virus de la guerra, del virus del cambio climático o del virus de la miseria inducida, atrincherando ahora tras sus fronteras a sus conciudadanos, obliguen a éstos a migrar en dirección sur, donde el virus sanitario aún no prolifera, y se encuentren esas barreras de la insolidaridad que durante décadas hemos creado y fortificado.
Seguramente no se llegará nunca a dar ese escenario, lo cual no debe dejar de hacernos reflexionar al respecto, porque en cualquier momento, todos podemos ser migrantes por diferentes causas sobrevenidas y ser tildados de culpables en otra nación, pueblo o región.
La solidaridad no entiende de fronteras, es una cualidad que nos hace humanos. 

Uno de los sectores más afectados por la crisis sanitaria es el de la aviación; la bajada de pasajeros aéreos es brutal, tanto que algunos vuelos han seguido operando vacíos durante semanas, para no perder las empresas sus derechos de salida (SLOTS).En un mundo de locura crecentista cualquier cosa es posible. Ayer sin embargo, la Comisión Europea ha cancelado la normativa de concesión de Slots hasta nuevo aviso, dadas las cancelaciones de vuelos en todo el continente. Ya no habrá tantos "vuelos fantasma", eso que gana el medio ambiente y es claro ejemplo de que cuando se quiere, se puede cambiar la normativa, la ley, la regulación, de un día para otro.

Hablando de medio ambiente, los confinamientos de personas en sus domicilios ordenados en algunos países o regiones, los cierres de escuelas, las recomendaciones del teletrabajo, las prohibiciones de vuelos, o las suspensiones de eventos deportivos o culturales, han derivado en una bajada drástica de emisiones contaminantes, lo cual me lleva a preguntarme si el coronavirus es más, menos o igual de peligroso que la crisis climática , ecológica y ambiental, declaradas oficialmente en muchos ayuntamientos, comarcas, regiones y estados.
¿Por qué a pesar de las recomendaciones científicas para rebajar las emisiones de CO2, nunca se han tomado medidas como las que estamos ahora observando?

El coronavirus pasará, o no, tendrá mutaciones, quizás, o bien será un nuevo virus el que nos azote dentro de unos años como ya lo hicieron otros antes, pero el Cambio Climático es una certeza científica, y nunca gobierno alguno, ha sido capaz de identificar las medidas necesarias para al menos paliar sus efectos.

Es hora de repensar y actuar al respecto, porque como vemos diariamente, tanto Europa como los países afectados, están tomando medidas económicas paliativas ante la situación actual, y por tanto es posible mantener en el tiempo decisiones de calado que cambien profundamente las columnas que sustentan una sociedad que colapsa, y puedan al menos mantener las estructuras socio económicas en pie, antes que el derrumbe, cual fichas de dominó, sea el efecto de la causa.

La economía mundial está en shock porque la globalización de la miseria para mayores beneficios de las grandes empresas, deslocalizó la producción y la aglutinó allí donde los derechos sociales y ambientales ni se regulan ni se cumplen.
Relocalizar la producción en cercanía y generar valor añadido en las comarcas es la solución a corto y medio plazo. 
Porque quizás el coronavirus nos haga despertar de nuestro sueño del crecimiento infinito, observando que la relocalización de nuestra producción, con salarios dignos y condiciones de trabajo justas, es el mejor antídoto ante cualquier crisis, no sólo sanitaria, también ecológica, climática y ambiental. 

La única cura posible para un sistema que colapsa, porque está basado en la utopía del crecimiento infinito en un planeta finito, no es la de crear deuda económica, ecológica y ambiental a las siguientes generaciones (la deuda asciende ya al 330% del PIB mundial), la cura se llama decrecimiento, y se debe convivir con él, generando alternativas para vivir mejor con menos, apostando por el consumo de cercanía, y fomentando medidas que distribuyan la riqueza desde la solidaridad.

No es sólo el coronavirus el problema, es la incapacidad del organismo, para sobrevivir sin producción creciente continuada.

Salir reforzados ante la amenaza, o sucumbir de nuevo ante los mercados y grandes multinacionales, ¿qué preferimos?


martes, 21 de abril de 2020

UN VIRUS RECORRE ANDALUCÍA

(Publicado en La Voz del Sur el 5 de marzo de 2020)

Un virus recorre Andalucía, tiene múltiples mutaciones, no sabemos cómo se contagia pero cada día tiene más incidencia en la población, y el número de afectados o fallecidos se desconoce en muchos casos..

Una mutación del virus se ha denominado miedo, al diferente, al que no se conoce, al que viene de culturas distintas, y su contagio intenta disminuirse desde las administraciones construyendo vallas más altas, muros más anchos, incluso la amenaza del cierre de fronteras es inminente, esas fronteras que encierran más al de dentro que al de fuera, aumentando con ello el riesgo de contagio del miedo en muchos más pacientes, al tener menor posibilidad de conocimiento y contacto con los que desde fuera intentan alcanzar nuestras costas, con resultados fatales en miles de casos desde el primer fallecido, datado en las playas de Tarifa el 1 de noviembre de 1988. Desde entonces, durante casi 32 años, el número exacto de fallecidos o contagiados se desconoce y ha pasado a segundo plano.

Ese mismo virus ha mutado desde el miedo, en otro llamado virus de la insolidaridad.
Esta mutación es aún peor que la anterior, dado que el aislamiento facultativo se produce a través de muros invisibles e infranqueables, con aquellas personas de bajos recursos económicos, o educativos, o de otras etnias, o de otro “status”, y contiene otra cepa llamada virus de la soledad. En plena era de las comunicaciones a distancia, estamos más solos que nunca, solos en nuestros edificios sin conocer ni interactuar apenas con nuestros vecinos, solos en nuestra cotidiana visita a las redes sociales, solos en nuestra vejez olvidados por nuestra propia familia, solos en nuestros trabajos, donde la cooperación en defensa de derechos y libertades queda reducida y aislada a unas pocas unidades descoordinadas, abrumadas por la carga de reclamaciones, señaladas encima por el resto, contenidas en habitáculos estancos para que no se produzcan contagios en el resto de la plantilla, y finalmente expulsados hacia la soledad de la oficina del SAE más próxima. El número de afectados es desconocido.

Existe otra mutación que afecta solamente a algunos gremios, como por ejemplo el de trabajadores del campo, cooperativas agrarias y ganaderas, y pequeños empresarios, que ven como el virus de los bajos precios, echa por tierra todo su esfuerzo y trabajo diarios. La solución del cierre de fronteras a productos que puedan contener el virus de la explotación laboral, o el virus del bajo control aduanero sanitario, o bien el virus de uso de pesticidas y herbicidas prohibidos en Europa, no está aún reflejado en los protocolos de contención de las administraciones, y por tanto, el virus de los bajos precios amenaza con convertirse en pandemia, aniquilando nuestro sector agropecuario.

Otro grupo de alto riesgo es el del profesorado, que lucha para no ser contagiado por el virus de libertad de elección de centro educativo, o por el virus PIN parental, ambos tienen síntomas comunes que permite detectar a los infectados: cercena la libertad educativa, aumenta el estrés entre los docentes, otorga derechos sólo a quienes puedan pagarlos, y destruye años de escuela pública transformadora.

Existen muchos más tipos de virus que acechan diariamente a la población, el virus del empleo precario en el sector del turismo, hostelería y restauración, el virus gente sin casas y casas sin gente, donde más de un millón de viviendas se encuentran vacías en Andalucía y miles de familias no pueden acceder a ninguna, el virus Endesa que a través de su entramado de altos consejeros, cercena la posibilidad de autoabastecimiento energético en Andalucía con sus propios recursos naturales renovables, el virus mala gestión de residuos que colmata vertederos, quema las basuras contaminando el aire que respiramos, y llena de plásticos nuestras playas, campos, bosques, ciudades, ríos y mares, que acaban en nuestro organismo a través de la cadena alimenticia, el virus gestión del agua, que privatiza un elemento esencial para la vida, en beneficio económico exclusivo de unos pocos.

Ejemplos de virus y sus mutaciones, hay muchos más, pero de estos no se habla en los medios de comunicación de masas, y sin embargo, en mayor o menor medida, la tasa de contagio es cercana al 100%, y su mortalidad tiene una alta ratio.

Sigan viendo la tele, que allí les informarán mejor del “virus”.

sábado, 18 de abril de 2020

RESIDUOS O RECURSOS, DESDE LO LOCAL A LO GLOBAL


(Publicado en La Voz del Sur el 20 de febrero de 2020)

Lo ocurrido en el vertedero de Zaldibar, Vizcaya, es sólo la punta de un iceberg del tamaño de España.
La gestión de residuos es una asignatura pendiente, y tal y como se efectúa contamina nuestro aire, suelo y agua, merma la salud de las personas y del medio ambiente, además generando poco empleo.

El derrumbamiento del vertedero con dos trabajadores sepultados bajo los escombros aún desaparecidos, y un grave daño ambiental y social aún sin calibrar, demuestra que no se dispone de recursos suficientes para cumplir de forma correcta con las obligaciones legales adquiridas.

Los fallos en la inspección se acrecientan día a día, y la pésima gestión de los residuos llevada a cabo por las empresas adjudicatarias evidencia falta de control técnico previo.

El vertedero recibía decenas de camiones diarios con apenas dos operarios encargados de su vertido y compactación, algo habitual en todos los vertederos, poco empleoque busca la maximización de beneficios.

Una escombrera diseñada para 35 años de vida útil ha consumido más de la mitad de su espacio de almacenaje en apenas una década.
Trabajadores interinos conforman una plantilla desmotivada y abrumada por la carga de trabajo, sumada a la falta de inspecciones porque los propios inspectores están desbordados, factores a favor para que las catástrofes se acumulen.

No es un caso aislado, desgraciadamente es la norma por toda España, cuando no salen ardiendo de forma sospechosamente continuada, vertederos colmatados de residuos por todo el estado, para “hacer hueco” a más residuos y seguir haciendo caja.

Una apuesta por la economía circular, donde el residuo se convierte en recurso, mejoraría la salud, la sociedad, el medio ambiente y el empleo.

Las propuestas de EQUO Verdes van por ese camino, y se convertirán en realidad más pronto que tarde.

El sistema de depósito y retorno de envases, el quinto contenedor de compostaje con los residuos orgánicos domésticos y de poda, la reducción de producción de plásticos de un sólo uso, la reutilización de todos los productos, la desaparición de la obsolescencia programada, la prohibición de incineración de residuos como "valorización" de los mismos, la minería urbana que recupere metales preciados de nuestros aparatos electrónicos para volver a usarlos, son ejemplos concretos de medidas aplicables ya.
 

Y no es sólo la contaminación por residuos sólidos la que nos lleva por un camino sin retorno hacia la crisis ambiental.

Casi 30 años después de la aprobación de la normativa comunitaria sobre depuración de aguas residuales urbanas, todavía, hay localidades españolas que no cumplen con ella. La falta de depuradoras ha llevado a nuestro país a pagar la mayor multa de su historia a la Unión Europea, más de 37 millones, por infringir la ley.

Defender lo que somos, parte de la naturaleza, no debería ser tan complicado, ¿verdad?

Desde lo local a lo global.

Pero no es así, con recelo te escuchan quienes siguen sin entender que estamos ante un colapso ecológico.

En Rota sigue la fiesta del Brota Música cada verano junto a la playa, zona dunar y pinares, y se alegran sus gobernantes de que cada año vengan decenas de miles de personas, y además lo llaman
¡festival sostenible!

Igual ocurre con festivales de motos, de pizzas, o de cualquier otra cosa que se ocurra, el éxito es que miles de personas se desplacen a visitar nuestra ciudad, por descontado aumentando las emisiones dado el casi nulo transporte público existente, ineficiente y caro, acelerando con dichas elogiadas visitas, el propio hundimiento de nuestra localidad en el océano Atlántico.

Los aparcamientos en verano siguen siendo más baratos junto a las zonas verdes, cerca de playas y pinares, que en otras zonas de la ciudad, atrayendo más tráfico de agitación buscando su espacio libre al lado del hábitat de la especie protegida, camaleón común.

5 millones de fondos europeos se van a usar en convertir una carretera en avenida, en mejorar acerados y viales, y en construir una nueva estación de autobús, pero no hay dinero para depurar las aguas residuales antes de verterlas al mar, ni tampoco hay fondos para apoyar el, aprobado dos veces en el pleno, sistema de depósito y retorno de los envases que inundan nuestras playas, parques, jardines y aceras cada día, ni se pueden poner en marcha los huertos urbanos también aprobados, ni de lejos existe la idea de poner en marcha el quinto contenedor que convierta nuestra basura orgánica en alimento compostable para nuestras zonas verdes.

Por supuesto el ahorro energético gracias al acuerdo firmado con la empresa Ecooo en 2015, no se reinvierte en instalación de paneles solares para producción renovable y autoconsumo, ni por asomo se intuye electrolinera alguna que permita recargar los inexistentes vehículos eléctricos municipales de limpieza, o de transporte, recogida de residuos, policía municipal, o gestión de playas, que deberían haberse programado para sustituir gradualmente a los vehículos municipales de combustión fósil desde hace 5 años.

Pero he aquí que se reúne el Consejo Sectorial de Medio Ambiente, para redactar un documento que ya se presentó por EQUO en el pleno de julio 2019, la Declaración de Emergencia Climática en Rota.

Seguramente todos los presentes abordarán el asunto con la seriedad y compromiso que requiere, las mismas personas que pertenecientes a partidos políticos, plataformas, asociaciones o colectivos variados, llevan años manifestándose y concentrándose para solicitar una autovía que traiga a Rota, más gente, más coches, más bienes, más negocio, más...o menos.

Algunas personas, o muchas, siguen sin entender que ante la emergencia climática, menos es más y mejor, en el presente y sobre todo en el futuro cercano.

viernes, 17 de abril de 2020

YO TAMBIÉN SOY AGRICULTOR


(Publicado en La Voz del Sur el 13 de febrero 2020)

Yo también soy agricultor, porque en estos tiempos que vivimos todo está estrechamente ligado.
Nada ni nadie vivimos en islas separadas del resto, ni podemos ocultarnos en nuestra caverna privada, aunque algunos es lo que predican y quisieran para sí mismos.

Todo es transversal, en un planeta globalizado que se nos queda pequeño, cualquier acción en una parte del mundo, en una actividad, en un proceso extractivo, en cómo se gestionan los recursos o residuos allí, afecta a todas las personas por igual aquí, incluso añadiría, a todos los seres vivos.

Yo también soy agricultor, cuando como consumidor, elijo uno u otro alimento.

Al mirar el etiquetado de procedencia, doy mi voto en forma de dinero, a los agricultores cercanos, a aquellos que son de la comarca donde vivo, intentando huir de los espárragos made in China o Perú, de las naranjas sudafricanas, de las patatas rrgentinas o del aceite marroquí.

Yo también soy agricultor, cuando como consumidor doy la espalda a productos provenientes de regadíos imposibles, esa huerta murciana que produce miles de lechugas diarias que ningún trasvase podrá mantener en el tiempo, esos frutos rojos que desecan los acuíferos de nuestra emblemática Doñana.

Yo también soy agricultor cuando rechazo en la medida de lo posible esas frutas y hortalizas de Aragón que colmatan de nitratos provenientes de la agricultura intensiva las aguas del Ebro, esos productos de la huerta que contienen el grito de angustia de un Mar Menor que fallece ante nuestros ojos, víctima de pesticidas y fertilizantes químicos.

Yo también soy agricultor cuando no elijo productos procedentes de monocultivos de aguacates, que han dejado atrás las múltiples variedades autóctonas de la huerta malagueña.

Yo también soy agricultor cuando rechazo la esclavitud a la que se somete a las personas que recogen las cosechas en los invernaderos almerienses, condiciones infrahumanas en largas jornadas bajo el mar de plástico a más de 50 grados de temperatura, vergüenzas que se reproducen en Huelva con sus fresas de sangre, sudor y lágrimas, de aquellas que no tienen voz.

Yo también soy agricultor cuando rechazo públicamente los tratados de comercio de la Unión Europea con otros estados o regiones del mundo, esos que en forma de embudo, se fabrican anchos para las multinacionales de la alimentación con todos los derechos y ningún riesgo para su inversión, y estrecho para las cooperativas o familias de agricultores que nadan contracorriente en un río de dificultades para llegar a fin de mes haciendo frente a todos los pagos requeridos.

Yo también soy agricultor cuando reclamo una Política Agraria Común (PAC) que premie a quien nos alimenta y no a quienes son terratenientes de tierras en baldío permanente, que apueste por apoyar alimentos saludables, ecológicos, de cercanía, en pequeñas cooperativas o empresas familiares, y no al modelo agroindustrial que además de consumir ingentes y finitas cantidades de agua y energía, contamina acuíferos con fertilizantes y herbicidas, estresando a la tierra de tal modo, que en pocos lustros quedará infértil para las siguientes generaciones.

Yo también soy agricultor cuando no compro ningún alimento transgénico, ni producido con aceite de palma que deforesta vastas regiones de bosques en el planeta con su monocultivo intensivo, dejando huérfana de biodiversidad toda la zona.

Yo también soy agricultor, sí, trabajo un pequeño huerto ecológico al que cuido y mimo, que me cuida y mima, desde la reciprocidad roteña de su mayetería.

miércoles, 15 de abril de 2020

Austeridad, recuerdos de mi infancia

(Publicado en La Voz del Sur el 20 enero 2020)

Austeridad, recuerdos de mi infancia que deseo volver a revivir en mi vejez.

Las personas que como yo peinamos canas, nacidas al alba de la década de los sesenta, lustro arriba, año abajo, guardarán en su memoria muchas de las cuestiones que se abordan en este artículo.
Porque además, daba igual vivir en una u otra región, eran norma común a todos los territorios, y al acerbo que nuestros padres y abuelos habían acertado a construir.

Mi infancia, adolescencia y juventud se circunscriben al lugar donde nací, Madrid, capital de un estado muy distinto a la actual capital del Reino.

Mi entorno familiar de hijo único se componía de un doble matriarcado compuesto por mi madre, viuda a los 39, y mi abuela, a quien la sublevación golpista militar contra la república, dejó viuda a la fuerza de las balas que asesinaron a su marido, mi abuelo que nunca conocí, ni sé aún donde descansan sus restos.
Allá por el 36 o el 37, en tierras salmantinas, con sólo 32 años y tres hijos al cargo, marido republicano fusilado, poco más que decir de las enormes dificultades que tendría en la crianza.

Con estos mimbres, puedo afirmar que tuve suerte y me enseñaron a tejer buenos cestos, construidos a base de enseñanzas valiosas, sin duda la mayor, la austeridad, finos equilibrios económicos con la mínima pensión de orfandad y viudedad, que otorgaba la justicia social de la época, en los setenta.

Guardar era una premisa, aprovechar al máximo cualquier objeto una obligación, reutilizar una obviedad, y reparar todo lo reparable una máxima no escrita.

He de reconocer que el barrio que vio dar mis primeros pasos, no le pareciese al lector la imagen que del Madrid de los sesenta y setenta se tenga en la retina, pero ciertamente La Guindalera, pequeño suburbio industrial entre el opulento barrio de Salamanca, y el Parque de las Avenidas con casas de militares en su mayoría, era un barrio especial.
Por el día lleno de actividad empresarial y económica, por la noche vacío absoluto, sin tiendas ni comercios, casi sin bares, solo uno que ofrecía platos del día a los trabajadores de las fábricas adyacentes al edificio en el que vivía, único residencial en la zona. Al lado del mismo, un terreno agrícola propiedad de un convento de monjas, cuya actividad principal era el cultivo de alimentos del campo y engorde de cerdos para la matanza, que enero tras enero, convertía mi dormitorio en un sinfín de gritos de lamentos porcinos ajusticiados a cuchillo.

Un poco más abajo, la tienda del lechero, que en mis primeros años de vida aún tenía vacas en unos cerros cerca de mi casa, y que nos traía todas las mañanas en bicicleta la leche fresca recién ordeñada, por supuesto en botellas retornables. Cada botella llena tenía su contrapartida con la botella vacía del día anterior. Ay de ti si se rompía por cualquier causa, te caía encima la del pulpo, porque había que pagar el nuevo casco de vidrio al día siguiente. Eso sí, siempre podías aportar algo al recoger botellas que vieras vacías en el recorrido de ida y vuelta al colegio, para llevarlas al supermercado del barrio de al lado y que te diesen una peseta por tercio, y un duro por litro. 

Ir de compras con mi madre era algo obligado, para ayudarla a tirar del mismo carrito que duró lustros.
Ir a la tienda de ultramarinos llevando la huevera de una docena, porque se compraba todo a granel, sí, los huevos también, no solo las legumbres.
También las verduras tenían su hueco en el carro, sin envases por supuesto, y ese bacalao seco que se cortaba con un cuchillo gigantesco en una madera abollada tras miles de cortes realizados por el dependiente, acababa envuelto en papel satinado, que servía como única salvaguarda al resto de alimentos.
El café, en grano, que se molía a mano en la cocina, de poco a poco, para cada taza, conservando el aroma y sabor en perfecta armonía. ¡Qué recuerdos me trae el sonido del molinillo manual haciendo añicos cada grano!

Los yogures, en vidrio por supuesto, se dispensaban en las farmacias antes que en los supermercados, como elemento medicinal para la mejora de dolencias gastrointestinales.

El zapatero del barrio, porque todo barrio tenía su zapatero, arreglaba una y otra vez mis botas del colegio, cercenadas en su punta a base de patadas a latas, piedras o cualquier objeto que asimilaba el esférico de los futbolistas de la época, porque lo de tener un balón de reglamento escapaba a las posibilidades.
Los zapatos del domingo no, esos se ponían sólo para ir a misa, a visitar algún familiar, o dar un paseo, y ¡ay de ti si los manchabas!, igual que los únicos pantalones cortos de “vestir”, porque daba igual verano que invierno, los niños llevábamos pantalones cortos aunque el mercurio bajase de cero grados.

Si por causas naturales de crecimiento, se quedaban pequeños los zapatos o la ropa, siempre había algún vecino, amigo o familiar dispuesto a recibir tu dádiva, y al revés era lo mismo, el trueque era consustancial a la época.

Los libros y cuadernos del colegio envueltos en papel celofán, para que no se estropeasen las cubiertas, con tu nombre a mano escrito al principio, o con el Dymo posteriormente, se guardaban por si era necesario repasar en ese verano, o en el siguiente.

El baño semanal a mi me tocaba los viernes por la tarde, el previo al fin de semana, imagino para lucir limpio y aseado en las visitas, los paseos o la misa dominical.
Eso de ducharse a diario ni era norma ni se consideraba normal, más bien un derroche de agua. Casi tanto como intentar desechar un trozo ínfimo de la pastilla de jabón, que a base de pequeños trozos pegados, se recovertía en una nueva y multicolor, para uso de varias semanas más,

La calefacción en casa era al principio una caldera de carbón, luego se cambió por una  eléctrica, pero ni una ni otra obran un recuerdo especial en mi memoria.
Si dejabas la luz del dormitorio encendida te caía de nuevo la del pulpo, así que es fácil imaginar que la posibilidad de encender uno u otro método escapaban de las posibilidades económicas familiares, por lo que sí recuerdo los jerseys de lana gorda, tejidos por mi abuela, las varias capas de mantas en mi cama, y la eterna sensación de frío en los inviernos de Castilla la Nueva, región a la que Madrid pertenecía y “lideraba”, antes de la transición. 

Y por supuesto, coger el coche que sí teníamos, un Renault 8 de mi padre, fallecido cuando contaba 39 años, quedaba restringido a los viajes en verano a un pequeño chalet a las afueras de Madrid, donde pasábamos los tres meses de vacaciones escolares, eterno estío entre amigos, juegos en el campo y bicicletas al viento. Lugar donde el panadero del pueblo cercano, San Agustín del Guadalix, proveía cada mañana de pan a las familias, que dejaban el dinero en una bolsa en la puerta, para recibir las barras de pan acordadas previamente, donde diferentes furgonetas hacían sonar su claxon avisando de su llegada con verduras, carne, lácteos, aceite e incluso pescado, además del butano, que reponía la bombona si dejabas la vacía a la vista en la puerta de tu casa, con el dinero debajo claro.

Añoranza no, realidad de lo vivido, y que tras observar los cambios ocurridos durante cuatro décadas, estimo y deseo volver a algo similar, apostar por el comercio local, por la confianza entre las personas, por el cariño al panadero, al lechero, a toda persona que ofrecía algo que necesitabas.
Y sobre todo, a no necesitar tanto, porque vivir en la austeridad es consustancial con la riqueza personal, valorar lo que tienes, y convertir el ser por encima del tener, como premisa para transitar hacia otro modelo de sociedad que base en las relaciones humanas su punto fuerte, no en las comerciales sin alma.







lunes, 13 de abril de 2020

DOÑANA, ¿TRUCO O TRATO?


(Publicado en La Voz del Sur el 16 enero 2020)

Doñana, ese enclave incomparable, con casi 123000 ha de extensión que conforman la suma del Parque Nacional y el Parque Natural, Patrimonio de la Humanidad desde 1994, en total 255000 ha denominadas reserva de la Biosfera por la UNESCO en 2012, que incluyen zona de transición entre parque y términos municipales de la comarca de Doñana.

Todas las protecciones medio ambientales posibles obran a su favor y aún así, son continuas las amenazas que se ciernen sobre dicho paraje.

Ya no es sólo la amenaza climática futura en dicho entorno, como consecuencia del Cambio Climático, sino que es en el presente donde observamos que el ecosistema se está alterando por la suma de elementos en contra: un nivel de lluvias cada vez más escaso, la subida de temperaturas y del nivel del océano Atlántico que aumenta la salinización de sus aguas, poniendo en peligro a muchas especies de animales y flora, que no podrán adaptarse.

Esta suma de factores influyó sin duda en los incendios sufridos en 2017, junto al triple 30: más de 30 grados de temperatura, menos de 30% de humedad y vientos superiores a los 30 km/h.

Y peor aún, la acción humana está degradando el entorno natural, a través de la sobreexplotación de los acuíferos, tanto por la agricultura intensiva como por la demanda de complejos residenciales cercanos.

Si el anterior gobierno andaluz del PSOE miró para otro lado en muchas cuestiones que atañen a la salud ambiental del Parque Nacional, e incluso desde el gobierno central se aprobó la construcción de un depósito de almacenamiento de gas en su subsuelo , el nuevo gobierno andaluz, el “tripartito” PP, Ciudadanos, junto al apoyo de Vox, nos dejaron en septiembre pasado el anuncio sobre la construcción de la autovía Cádiz-Huelva, que pasando por Doñana, estará incluida en el Plan de Infraestructuras del Transporte y la Movilidad.

Pero no todo son malas noticias, volviendo al asunto del gas, el martes 14 de enero el Tribunal Superior de Justicia Andaluz desestimó el recurso de la promotora energética Petroleum Oil & Gas contra la resolución de la Dirección General de Prevención y Calidad Ambiental de la Consejería de Medio Ambiente de la Junta de Andalucía que, el 8 de enero de 2016, denegó la Autorización Ambiental Unificada (AAU) al proyecto conjunto 'Marismas Oriental'.

Haciendo un poco de memoria política, en septiembre de 2018, el eurodiputado de EQUO en el grupo Verdes/ALE, Florent Marcellesi, visitó Doñana como miembro de la delegación oficial del Parlamento Europeo para analizar su situación y examinar el cumplimiento de la legislación europea.
En aquel momento Florent Marcellesi ya dejaba clara su postura en estas declaraciones:
“lo que amenaza Doñana es un modelo energético sucio y obsoleto, así como la agricultura intensiva desregulada. Además de peligroso, el proyecto gasístico es sobre todo innecesario y contrario a la transición hacia energías renovables, para lo que Andalucía tiene un enorme potencial. Por su parte, el desarrollo de monocultivos está provocando explotación laboral y de los acuíferos.”

Posteriormente el Parlamento Europeo en marzo de 2019, con el informe de la visita de los eurodiputados, realizó una recomendación a las autoridades españolas para que detuvieran el proyecto gasístico desarrollado en el entorno del Parque Nacional de Doñana, y aprobaron recomendar que se suspendiesen todos los permisos concedidos hasta aclarar las irregularidades detectadas en la evaluación de impacto ambiental, así como iniciar las acciones legales necesarias para terminar con todo el Proyecto Marismas desarrollado por Gas Natural, cosa que ahora se produce tras la sentencia del TSJA.

Esa debe ser la línea a seguir y no continuar con las numerosas amenazas que pueden desembocar en la desaparición de un entorno privilegiado.

No somos herederos de la Tierra que nos dejaron nuestros padres, la tomamos prestada de nuestros hijos.


domingo, 12 de abril de 2020

AÑOS 20, NUESTRA ÚLTIMA OPCIÓN


(Publicado en La Voz del Sur el 9 enero 2020)

Despedíamos 2019 desde esta ventana de opinión, planteando una serie de opciones para celebrar unas navidades más sostenibles, y volvemos a la cita semanal ¡con un nuevo gobierno en España!

Como se esperaba Pedro Sánchez no obtuvo mayoría absoluta en primera votación, pero en la segunda, el martes 7 de enero, obtuvo el apoyo del Congreso, eso sí muy ajustado, para ser investido presidente. Evitar terceras generales dependió de apenas un par de votos.

Mi enhorabuena en primer lugar por mi relación personal de amistad con él, y en segundo, porque desde EQUO Verdes y Más País, dimos el apoyo con nuestros votos a este gobierno de coalición, del que esperamos el inicio de la urgente transición ecológica justa que no deje a nadie atrás, y que los vientos soplen a favor de las velas de la libertad e igualdad, para implementar con urgencia la justicia social y ambiental tan necesarias y demandadas por el conjunto de la ciudadanía.

Pese a quien le pese, la realidad que debemos dibujar debe tener un relieve claramente diferenciado del resto, y el objetivo no puede ser otro que proponer soluciones ante la Emergencia Climática, porque cuando tu casa arde en llamas, no deberíamos estar pensando en qué traje ponernos para salir a cenar, sino que deberíamos estar actuando para poder siquiera permitirnos obtener una salida digna al problema.

Quizás esa sea la clave por la que Austria, el mismo día de la sesión de investidura de Pedro Sánchez, constituyera un gobierno de coalición entre los conservadores y los verdes, pasando a ser junto a Holanda, Luxemburgo, Suecia y Finlandia, los 5 países europeos de verde en sus gobiernos.
Seguro que ante la Emergencia Climática, las propuestas verdes son la mejor respuesta social frente al auge del fascismo, y el mejor antídoto contra el odio, el miedo y la ira que provocan las propuestas desde el autoritarismo, el repliegue identitario, y la negación de la principal causa de la crisis global, el Cambio Climático.

En los primeros días de 2020 hemos asistido a un cúmulo de noticias cuyas consecuencias previsibles, dan por sentado el rumbo que debemos tomar, que no es otro que girar 180º, y proceder a realizar cambios estructurales en nuestros modos de vida.

Por una parte, los terribles incendios en Australia, cuya superficie quemada supera casi 10 veces la de los incendios de 2019 en Amazonas. Unos 1000 millones de animales han muerto, 23 personas fallecidas, decenas desaparecidas, y miles de personas desplazadas.
Por otra una consecuencia conocida y prevista de la Emergencia Climática, la violencia relacionada con el acceso al agua ha aumentado en todo el mundo durante la última década hasta duplicarse, y seguirá en aumento dado que a medida que escasee más y más, al ser un recurso vital, la gente hará lo que sea por cubrir sus necesidades básicas.
En Andalucía viviremos pronto episodios de escasez de agua y la solución tecnológica de las desaladoras no es tal, ya que los últimos informes indican que para abastecer de agua las poblaciones se necesita mucha energía, además de generar problemas en la biodiversidad de la zona donde se vierten los residuos del proceso, destruyendo la vida marina en todo el entorno.

Si la tecnología no es la solución, esta pasa por cambios estructurales en nuestro modo de vida, el uso eficiente del agua y la energía, poniendo el foco en el menor consumo posible, y no en cantos de sirena que aprovecharán las mismas multinacionales de siempre, para hacerse con el control de tan preciado recurso.

Por si todo esto fuera poco, la escalada bélica en Oriente Medio por el control del petróleo de por medio, con el asesinato por EEUU del general iraní Qasem Suleimani y la respuesta del gobierno chií en forma de ataques a las bases norteamericanas en Irak, nos puede dejar sin suministro a Europa en caso de cierre del estrecho de Ormuz, por el que navega el petróleo de los países árabes a nuestro continente..

Me quedo en positivo, con la noticia de la acertada medida municipal en Rennes, Francia, que deberíamos trasladar de inmediato a nuestras ciudades, la prohibición de los calentadores en las terrazas, porque calentar los espacios públicos abiertos no es de sentido común, ni económico ni ecológico.

Debemos con urgencia tomar medidas que favorezcan la igualdad a todos los niveles, sociales, laborales, de género, económicos, en derechos, o acabaremos luchando por un mendrugo de pan y un vaso de agua potable.

Esperemos en próximos meses que las líneas del nuevo gobierno de coalición den con las teclas adecuadas para tocar una sinfonía, si acaso la del nuevo mundo, o al menos no desafinar en exceso. Fácil no va a ser, pero nadie dijo que lo sería.


sábado, 11 de abril de 2020

Manual para una Navidad ecológica


(Publicado en La Voz del Sur el 19 diciembre de 2019)

Este artículo debe ser leído con mente amplia, aquella que reflexiona sobre las relaciones causa efecto, intenta aprovechar algo de su lectura, pero nunca como catecismo de obligado cumplimiento.
Al fin y al cabo para ser un buen ecologista debemos tener algunas contradicciones, de lo contrario nos convertiríamos en “talibanes” de la ecología, y los extremos nunca son buena opción.

Se acercan unas fechas en las que las tradiciones nos pasan por encima. A veces sin quererlo o simplemente sin darnos cuenta, los hábitos adquiridos como norma, se imponen a cualquier acto diferente y diferenciado.
Vamos a reflexionar al respecto del consumo, dieta y regalos en navidades y sus diferentes impactos.
No queda muy lejos la COP25 celebrada en Madrid, y en ella se ha debatido ampliamente sobre los cambios en el paradigma de nuestra sociedad a los que debemos hacer frente si queremos no colapsar.

Impactos en el clima y el medio ambiente

Nuestra alimentación es una parte fundamental en dicho cambio, y la ingesta copiosa de estos días, uno de los posibles hábitos a cambiar.
Elegir productos de temporada, cercanos, de producción ecológica puede disminuir enormemente nuestro impacto en el clima.
La ganadería es, según la Organización Mundial de la Alimentación y Agricultura (FAO),el sector con más impacto, responsable del 14.5% de los gases de efecto invernadero emitidos por las actividades humanas a nivel planetario. Suponen el 5% de las emisiones mundiales de CO2, el 44% de las de metano (más que las explotaciones mineras, petróleo y gas natural) y el 53% de las de N2O, teniendo estos últimos dos gases un efecto invernadero más elevado que el CO2.
Por tanto disminuir la ingesta de carne sería de gran ayuda.

Así mismo mirar en el etiquetado el lugar de procedencia de pescados y mariscos, tan demandados estos días, ayuda disminuyendo las emisiones si su lugar de origen coincide o es cercano al lugar de celebración.

Sí, el precio del marisco o pescado proveniente del pacífico o del Índico, quizás sea menor que el de nuestras costas Atlánticas, pero su coste sin duda es mayor, y además contribuiremos a distribuir la riqueza entre nuestros vecinos, en vez de empobrecer aún más a quienes al otro lado del mundo se ven obligados a esquilmar sus caladeros por sueldos míseros, en condiciones laborales penosas.

También el flujo de regalos de todo tipo es una cuestión cultural ligada a esta época del año, y al igual que con la alimentación, elegir leyendo el etiquetado se antoja relevante.
Productos baratos de importaciones lejanas aumentan la huella ecológica, así como el envasado con numerosas capas de plásticos, y el consabido envoltorio de papel, cuya vida útil apenas dura los escasos 30 segundos en que se mantiene la sorpresa hasta descubrir el regalo y desecharlo.
Tener en cuenta que el papel tarda un año en descomponerse y la bolsa de plástico para entregar el regalo entre 10 y 20 años.

Impactos en la salud

No sólo lo anterior queda en el debe del planeta, también en el de nuestra salud.

Retomando los tiempos de descomposición de cada material, y sabiendo que sólo entre un 10 y un 20 % se recicla y poco se reutiliza, nuestra salud se verá afectada durante décadas por todos los desechos que se producirán en las próximas semanas, dado que los plásticos no desparecen sino que se convierten en microplástico que llega a nuestro cuerpo a través de la ingesta de animales como los peces que se han alimentado de ellos, e incluso según los últimos estudios, a través del agua, ya sea embotellada o de grifo.

Además el sobreconsumo de carne, no sólo en estas fechas, es nocivo para la salud, y es responsable de enfermedades como la diabetes y la obesidad, entrañando cada vez más riesgos sanitarios por el uso masivo de antibióticos en animales por la industria ganadera, siendo el límite recomendado según la Organización Mundial de la Salud (OMS), de 25 kg por persona y año.

Otro problema añadido en la alimentación típica navideña es la contaminación por metales pesados en nuestros océanos, como por ejemplo el cadmio, presente en las cabezas de mariscos tan usuales en estas fechas como gambas, langostinos, carabineros, cigalas, etc.
Tal es la magnitud del problema que la Dirección General de Sanidad y Protección de los Consumidores (DGSANCO) de la Comisión Europea ha enviado esta misma semana una recomendación a los países que tienen, tenemos, la costumbre de chupar las cabezas de los mariscos, para dejar de lado dicha costumbre por nuestra propia salud.

Impacto en los animales

El impacto de la industria ganadera sobre los animales es intorelable.
Cada año a nivel mundial se sacrifican más de 60.000 millones de  animales terrestres para el consumo humano. Solo en España, se sacrifican tantos cerdos como habitantes hay en nuestro país y tantas aves de corral como habitantes tiene la Unión Europea. En este modelo dominado por las grandes  corporaciones, los animales son desde la cuna hasta el plato meras cosas y mercancías al servicio de una máquina económica voraz. La desvalorización y desensibilización de los animales, así como la negación social de que esto ocurre a gran escala prevalecen frente al bienestar y los derechos de los animales.

Así mismo, más de 1 billón de animales marinos se pescan y muchos de ellos se desechan antes de llegar a las lonjas, por no tener salida comercial a pesar de tener cualidades proteínicas que nos alimentarían.

Todo ello aumenta a diario, y más en estas fechas, el fin de la pesca tal y como la ha conocido el ser humano durante siglos, quedando a la producción intensiva en vez de en acuicultura, muchas de las piezas que llegan a nuestros platos, y como pasa con la carne, con antibióticos en su interior dadas las reducidas dimensiones en los lugares de cría, como muchos de los ejemplares de langostinos que llegarán a nuestra mesa desde el sureste asiático, contribuyendo a la destrucción de ecosistemas como los manglares, donde se crían para nuestra satisfacción al paladar.

Hay alternativa

Como consumidores, tenemos en nuestras manos la posibilidad y responsabilidad de abrazar una dieta con menos carne y sustituir de forma gradual las proteínas de origen animal por las de origen vegetal. Para ello, es fundamental incentivar social y económicamente el consumo de legumbres, fomentando los huertos urbanos y escolares, los grupos de consumo, el etiquetado de proteínas vegetales y el trabajo conjunto con los especialistas en nutrición.

Debemos poner en marcha una transición hacia un nuevo modelo agrícola que privilegie la producción ecológica de proteínas vegetales y, la ganadería y acuicultura extensiva, ecológica y local.

Esto supone reorientar la Política Agrícola Común hacia una política agrícola y de alimentación que incluya el incentivo hacia la producción y el consumo de alimentos saludables y sostenibles de origen vegetal.

A nivel local, debemos fomentar políticas para que desde un punto de vista nutricional, nuestra dieta contenga “menos animal, más vegetal”, a través de los comedores escolares, los catering colectivos y públicos, contar con guías municipales de restaurantes con opciones vegetarianas, influir en la “compra verde” e impulsar los mercadillos municipales, dando apoyo a la ganadería ecológica de pequeña escala.

Todo ello nos ayudará a cambiar nuestros hábitos de alimentación, no sólo en esta época, sino durante todo el año.

Y sí, los regalos son una estupenda manera de tejer redes de amistad, pero recuerda siempre que hay mercados justos, ecológicos y sostenibles, no sólo existen las grandes superficies, y al fin y al cabo, el envoltorio es lo de menos, lo más importante es el cariño que demuestras ante la persona a la que regalas cualquier presente.

Deseo a todos los lectores de La Voz del Sur pasen unas felices fiestas y que 2020 nos traiga una sociedad más verde, por el bien de la salud y el empleo en el presente, así como ofrecer una opción vital a las siguientes generaciones.