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miércoles, 16 de diciembre de 2015

Campo de Refugiados de la República Árabe Saharaui Democrática. Capítulo 2: Los Campos de Refugiados

Como ya anticipé en el primer capítulo, los más de 150.000 saharauis desplazados de su territorio por las fuerzas de ocupación marroquís, viven repartidos en cinco campos con denominaciones de ciudades del Sáhara occidental: 
El Aaiun, Auserd, Dakla, Smara y 27 de febrero.

Dichos campos se gestionan localmente por parte del Frente Polisario, en un lugar denominado PROTOCOLO, que vendría a ser como el Ayuntamiento. Allí se recibe a los visitantes, se consiguen los visados para salir de unos campos y entrar en otros, se gestiona la salida de los cooperantes, en definitiva, se controlan todos los pasos que das en “su” territorio, básicamente por seguridad del que por esos lares se acerca. De hecho al salir y entrar de los campos, existe un control fronterizo, puesto que el territorio cedido por Argelia, conforma el estado de la RASD actualmente, junto al terreno ganado a Marruecos en la guerra.
Frontera entre Argelia y RASD


Autobús desplazamientos con escolta

La ONU siempre presente en los Campos

Al llegar al aeropuerto argelino de Tindouf, debemos esperar los trámites para poner de acuerdo al ejército regular argelino, y al Frente Polisario, dado que a partir de las 18 h existe toque de queda, y debemos ir escoltados militarmente en todos los desplazamientos.Primero en territorio argelino por su ejército y luego por el saharaui en el suyo.Dicha tarea de coordinación, hace que la espera se alargue en demasía, sobre todo tras casi 20 horas de viaje.
El transporte se realiza en autobuses donados en su mayor parte por España. En concreto viajo en uno donado por la Región de Murcia, y observo otros de antiguas líneas de autobús urbano de Bilbao.Lo que no nos sirve en España, bien por no  cumplir las normas de contaminación, bien por antigüedad, bien por kilometraje, llegan a estos lugares del globo, donde son recibidos como "maná". Pensando egoísta y localmente, puede quedar “bien”, regalar algo que no te sirve, pero que otros pueden aún utilizar.
Pensando globalmente, tengo la sensación de que seguimos actuando sin darnos cuenta que lo que se contamina en una parte del mundo, nos afecta de igual manera, lo veamos o no, ya que la naturaleza está interrelacionada, y para ella no existen fronteras.





Una vez en el campo de El Aaiun, me llevo la alegría de comprobar que los efectos de las terribles lluvias de octubre, no han causado excesivos daños en las viviendas, acaso alguna grieta por aquí, alguna casa derribada por allá. Posteriormente, al hablar con otras personas que han visitado otros campos, vuelvo a la realidad, ya que me informan que tanto Auserd y sobre todo Dakla, tiene entre un 70-80 % de viviendas con daños estructurales graves, o directamente derruidas.
Casa derribada por las lluvias de octubre en El Aaiun

En el Campo de Refugiados se respira pobreza sí, pero no miseria. Las tiendas están bien abastecidas de alimentos, paneles solares fotovoltaicos (fuente de energía junto a las bombonas de gas), ropa, etc, hasta souvenirs para los que allí vamos. Al ver los precios y la poca gente que compra, me doy cuenta que en una economía de guerra, pocos son los que pueden acceder a cualquiera de estos suministros, incluso a la comida.
Calle de las tiendas en El Aaiun
La  vida es sencilla, poco que hacer, empleo regulado casi inexistente, y mucha cooperación y colaboración entre familiares y vecinos. Semanalmente ACNUR (Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados), suministra agua en los depósitos que cada familia tiene junto a otros vecinos, repartidos por los infinitos caminos polvorientos del campo y quincenalmente entrega alimentos que son recepcionados por una familia, que se encarga de repartirlos a las demás. Arroz, lentejas, aceite, cada vez se suministra lo que cada país va donando a través de ACNUR.
Rebaño de cabras

Con ello, más los cientos de rebaños de cabras que en círculos realizados con materiales desechados, se recogen cada noche por las personas que hacen de pastores, y alguna que otra gallina, los saharuis van pudiendo sobrevivir y no fallecer de sed o inanición. Las ONG ´s hacen el resto, enviando y repartiendo material escolar, médico y de primera necesidad.

Depositos de agua rellenados por ACNUR
Y por supuesto, las personas que vamos a visitarles y las familias que acogen a las hijas del pueblo saharaui en España y Europa en los veranos, aportan no sólo algo de sustento económico a las familias, sino que también devuelven parte del mucho cariño y generosidad, a las que somos continuamente agraciados de sentir y percibir.
Casa en la que he sido acogido. El "aseo" a la izda.
El día a día no es nada fácil, no tener acceso sencillo al agua, energía, alimentos conforma una sociedad muy diferente a la que conocemos por occidente. Incluso algo tan sumamente normal como es la recogida de basuras y residuos a diario, simplemente no existe ni está regulado. Las familias acumulan sus basuras, y cada cierto tiempo quedan de acuerdo con otros vecinos, que en una rápida visita al desierto, llevan e incineran en el mismo sus deshechos, quedando un rastro cada vez mayor, que contamina amplias zonas alrededor de los Campos de Refugiados. Insostenible también.
Basura plástica en un agujero

Como imaginareis, la vida resulta tediosa para el que nada o muy poco tiene que hacer. Pero si algo debemos tener en cuenta, es el grado superlativo de solidaridad, de colaboración, de cooperación, que entre todos los iguales tienen.
El SER por encima del TENER.
Todas las noches, la familia que me acoge trae una batería de coche, para conectar la única bombilla que nos ilumina. Dicha batería ha sido recargada durante el día, por un panel solar fotovoltaico de los vecinos que pudieron en su día adquirirla.

Energía renovable, energía positiva, energía de un pueblo culto, educado, gentil, generoso, que valora las relaciones personales por encima de las mercantiles. Un pueblo que merece la pena conocer, ayudar y nombrar hasta el infinito, para que no se convierta en un fantasma del pasado, devorado por una sociedad que no valora lo que somos, sino sólo lo que tenemos.
Casa con suministro eléctrico con panel solar fotovoltaico

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